Los dias dorados by Deveraux Jude

Los dias dorados by Deveraux Jude

autor:Deveraux Jude
La lengua: es
Format: mobi, epub
Tags: prose_contemporary
ISBN: 9788490194669
editor: www.papyrefb2.net
publicado: 2013-12-28T23:00:00+00:00


15

—Por favor, te lo pido de rodillas, deja ya de lamentarte —dijo Harriet dos mañanas después al ver a Edilean sentada a la mesa, con el desayuno intacto delante de ella.

—No me lamento —aseguró, pero después de dirigir una mirada a Harriet, suspiró—. De acuerdo, puede que un poco, sí. Pero en realidad es más bien que estoy... triste, diría. El rechazo duele.

—No te rechazó —dijo Harriet, puede que por enésima vez. Había conseguido que Edilean le contara todo lo que había sucedido para poderle hablar sin que supiera que había estado escuchando tras la puerta—. Tiene muy buenos motivos para hacer lo que hizo. —Lo que no le comentó era que creía que Angus tenía razón.

Pero daba igual lo que le dijera, Edilean seguía dolida. Se pasó días repasando mentalmente una y otra vez lo ocurrido. Tal vez Angus tenía razón y había sido una niña mimada toda su vida. Tal vez lo había tenido demasiado fácil con los hombres. Sabía que les gustaba. Les gustaba su aspecto físico, la forma en que les sonreía y, sí, también les gustaba que tuviera una dote que les permitiría vivir cómodamente el resto de sus días.

Pero cuando por fin se había decidido por un hombre, él la había rechazado.

—Y ya son dos —susurró.

—¿Qué?

—Dos hombres. He elegido a dos hombres, y ambos me han rechazado.

—Nadie te ha rechazado, cielo —la contradijo Harriet—. Si quieres saber lo que es el rechazo, deja que te cuente mi vida.

Edilean la miró. Estaba echando un vistazo al correo de la mañana, examinando detenidamente las muchas invitaciones que contenía. Si alguien daba una fiesta en Boston, seguro que invitaba a la preciosa señorita Edilean Harcourt. Al ver la figura alta y enjuta de Harriet, y su pelo canoso, y pensar en cómo se la habían ido pasando de un familiar a otro a lo largo de su vida, se estremeció. ¿Acabaría como ella? ¿Sola, sin que ningún hombre la quisiera? ¿O tendría que conformarse con un hombre que no le gustara tanto como Angus?

Se levantó y subió a su habitación. Seguía pensando en aquellos dos hombres. Primero James la había traicionado de un modo espectacular, y si no hubiera sido por Angus... No quería pensar en cómo sería ahora su vida si James hubiera logrado llevar a cabo su diabólico plan. Habría tenido que regresar con su tío y vivir de su caridad lo que le quedaba de vida. Al fin y al cabo, si los hombres de los que se enamoraba no la querían cuando tenía una dote de oro, ¿quién iba a quererla cuando no tuviera nada?

Dirigió la vista a la cama, ahora recién hecha y de aspecto apacible, y recordó cómo se había ofrecido a Angus. Harriet le había contado cómo su antiguo prometido había hecho todo lo posible por llevársela a la cama y cómo ella se había negado.

—¡Pero yo no! —exclamó en voz alta—. Yo no. Yo me ofrecí a dos hombres, pero ninguno de los dos me quiso.

No supo muy bien cómo, pero en menos de un segundo pasó de estar en el umbral a empezar a destrozar la habitación.



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